Ahora que arranca 2008 voy a dedicar unas líneas a la economía y la educación, remitiéndome para ello al blog de Rafael Pampillón (bitácora dedicada a la economía que leo con frecuencia y que recomiendo, ya que me parece excelente).
En primer lugar, pronósticos para 2008. Tal y como indican todas las variables tocará apretarse el cinturón, por más que algunos se empecinen en negar lo evidente.
En segundo lugar, un asunto que tengo pendiente desde el 28 de noviembre del año pasado, fecha de publicación de esta entrada titulada «¿Por qué los profesores deben hacer investigación?». El Sr. Pampillón defiende la actividad investigadora del docente, argumentando que se trata de la clave para su permanente actualización. No obstante, me temo que en esta ocasión disiento frontalmente con esta afirmación, muy extendida en la enseñanza nacional de «alto nivel».
En la enseñanza universitaria de este país se prima la figura del investigador sobre la del docente (si alguien tiene dudas al respecto no tiene más que informarse acerca de los méritos necesarios para desarrollar «carrera universitaria», empezando por el doctorado y la tesis, el sistema de prima y valoración de publicaciones en medios académicos de reconocido prestigio, etc.). Y esto es terrible. Terrible porque la realidad es que no es mejor profesor el que más sabe acerca de algo, sino aquel capaz de transmitir de forma adecuada lo que sabe. Más capacidad pedagógica y menos investigadora, señores.
Nunca he creído en la función investigadora de la universidad, para investigar están los centros de investigación y los departamentos de I+D+i. Y desde luego no creo que las aptitudes de un buen investigador sean necesariamente las de un buen profesor; lo que sí es cierto es que un buen profesor debe reciclarse continuamente y mantenerse al tanto de la actualidad de su sector de actividad (como cualquier otro profesional)… pero para esto no se necesita «actividad científica»; se necesita interés por la profesión. Ni más, ni menos.
Escuchando: Wonderful – Annie Lennox