Buen concierto. A pesar de que en algún momento se me hizo un poco «cuesta arriba», no puedo hacer otra valoración del concierto que no sea positiva. Me quedo sin dudar con la segunda parte, cuando Jin Hi Kim cambió el komungo tradicional por el eléctrico. Por un lado, porque los efectos dan muchísima riqueza al sonido del instrumento y, por otro, porque la visibilidad era mucho mejor (ése es uno de los problemas en este emplazamiento, el escenario no queda demasiado alto y eso dificulta el seguimiento de las evoluciones de los intérpretes).
Mención de honra para las proyecciones, que, a mi parecer, juegan un papel fundamental para lograr la atmósfera adecuada, a medio camino entre la psicodelia y la meditación, con la misma naturaleza ritual que muchas otras propuestas de música folclórica (como pueden ser, salvando las distancias, Raksha Mancham o Hedningarna); y, además, consiguen instantes inolvidables de duelo entre Jin Hi Kim y su «reflejo electrónico».
Por cierto, me he quedado pensando en que me parece mucho más natural la posición de las manos al tocar el komungo que la posición de las manos al tocar otros instrumentos de cuerda (no hay más que comparar la posición de la muñeca izquierda al tocar una guitarra o un bajo).
Escuchando: Stormy and pictures – Woven Hand