del 24 de abril

YO SOY el coleccionista de miradas. Soy ese que colecciona ausencias y reúne crepúsculos en labios ajenos, empujado por vientos enemigos. Soy el que acaricia la lluvia que resbala por los tejados y quien propicia el fulgor del plenilunio sobre los charcos y el asfalto mojado. Grito en silencio versos inaudibles y acertijos secretos que carecen de solución. Aquel que rechaza el protagonismo y, pese a todo, lo logra, soy yo. Y busco en las raíces del miedo los manantiales de odios cristalinos y atravieso alas de inconfesables falenas nocturnas para abrir los ojos a la noche. Me han llamado nostalgia y perfección. Me han creído arcángel y diablo. Sobre todo diablo.

En el fondo sabes quien soy, aunque no puedas explicarlo. Soy el que escarba en tu interior sin saña intentando encontrarme; y duele hasta el paroxismo y sucumbimos en el intento y yo soy la balanza en equilibrio y el que no está dispuesto a juzgar bajo ninguna circunstancia. Dueño de la sorpresa y de tanta palabra impronunciable. Soy una muerte en primavera y un alumbramiento en otoño. Acopio paradojas así como evidencias dolientes. Soy la mentira cierta y el que nunca engaña. Estocada fatal y sangre emponzoñada, luto riguroso y cuchilla en la garganta. Soy la maldición que no se está dispuesto a enfrentar. Paso sin pestañear sobre la sangre derramada y atesoro fulgores deslumbrantes hasta causar cegueras deseadas.

Soy yo el que amé y creí, durante un tiempo, que sería correspondido. Soy yo la súplica más ferviente que no ha llegado nunca a pronunciarse por un mortal y que jamás será pronunciada, pues soy también el orgullo y el hielo. Consciente de que no sé nada y sabedor de que no hay respuestas soy aquel que pretende las preguntas exactas. Cuando despiertas en medio de la noche sabes que se debe a mí, tu peor pesadilla, el escalofrío intenso que no puedes evitar. Porque sentir desgarra en lo más hondo y esa dentellada soy yo.

Yo soy la sombra inabarcable. Soy uno a quien otro ha intentado herir de muerte sin ser conocedor de mi invencibilidad. Soy el que lo ha perdido todo y aún así entona un ferviente salmo de gratitud pues sabe que en realidad no ha perdido absolutamente nada. He sido imaginado y convocado, he desaparecido al alba entre la neblina para no regresar. Seductor de anhelos y juguete salvaje de Cupido, sueño calcinado y pluma empapada. Y es que soy la tinta de los verbos más tristes, as de espadas, ojos de serpiente. Mi nombre podría ser látigo o mordaza, podría ser del mismo modo pasión o deseo; podría… y, sin embargo, no lo es. Ni lo será. Permanezco impasible en tanto en cuanto me abaten dardos ineluctables. Colecciono susurros en la brisa marina y caricias sin cuerpo. Colecciono derrotas y renacimientos cual ave fénix. Porque yo soy, soy yo, el que camina entre vosotros y paso tan desapercibido como quiera, no en vano podéis ver a través de mí. Mas no en mí. Soy la oscuridad impenetrable y la sorpresa olvidada, soy la cicatriz y la mordedura de áspid. Podría ser el alacrán o el reflejo que se desvanece cuando me buscas por el rabillo del ojo. El mutismo y la elocuencia no son ajenos a mí, pues soy el canto del cisne y una esperanza de crisálida, de nueva vida.

Soy la superficie tersa de las aguas y un firmamento despejado. De espaldas a mí mismo persigo el secreto de la plenitud en la imperfección. Yo soy el juramento inquebrantable y la integridad apesadumbrada. Recuerdo desapacible. Y es que, en el fondo, no soy más que un jirón de viento perdido en la memoria. Soy la lágrima no derramada, la sonrisa sincera y el gesto altivo y mordaz. Aquel a quien, sin poder evitarlo, echas de menos esporádicamente.

Porque yo soy Nadie

[Crisis 1.3]

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3 comentarios en “del 24 de abril

  1. Todos tenemos una parte de nadie, y a su vez, nadie está formado por alguna parte de cada uno.

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