«Erraba yo al oro de los vientos, rechazando el cobijo de los pueblos donde me habían conocido tormentos extremos. Del torrente disperso de la vida detenida había extraído el significado leal de Irène. La belleza fluía desde su vaina caprichosa, daba rosas a las fuentes».
La nieve lo sorprendió. Se inclinó sobre el rostro aniquilado, cuya superstición bebió a grandes tragos. Después se alejó, llevado por la perseverancia de esta marejada, de esta lana.
René Char